Cada día me encuentro más padres de familia de Aguascalientes frustrados porque sus hijos, egresados de la universidad con grandes sacrificios, no encuentran un empleo ligado a su profesión y dignamente remunerado. Después de buscar mucho, terminan aceptando trabajos que mensualmente pagan pocos salarios mínimos.

El problema no es privativo de Aguascalientes. Mientras que la mitad de los desempleados en México cuenta con estudios de bachillerato o licenciatura, resulta que la mayoría de los empleadores se queja de no encontrar el personal capacitado para los requerimientos de su empresa. La falta de vinculación entre los sectores educativo y productivo preocupa a la mayoría de las familias aguascalentenses, no sólo porque es un grave drama personal y familiar, sino porque significa un desperdicio de recursos que frena el crecimiento económico.

Uno de los países más exitosos en lograr la vinculación escuela-empresa es Alemania donde 45 por ciento de sus estudiantes de educación media y superior pertenecen a un modelo de formación profesional dual: reciben adiestramiento técnico-práctico tres días a la semana dentro de una empresa y, en los otros dos días a la semana, aprenden en un centro educativo los fundamentos teóricos que requieren para resolver los problemas de su praxis.

En el modelo alemán se aplican estándares nacionales y programas académicos de alto nivel diseñados en conjunto por las cámaras industriales, el sector educativo y los propios sindicatos, denominados normas de competencia laboral.

Los estudiantes reciben un pago mensual por el trabajo que le hacen a la empresa mientras se capacitan con base en un contrato. El costo de este adiestramiento técnico lo absorben las empresas y no el Estado quien, por su parte, se compromete a asegurar calidad y pertinencia en la enseñanza teórica.

¿Cuál es el incentivo de los empresarios para participar? La garantía de mano de obra calificada para las necesidades cada vez más sofisticadas de las diversas ramas de la industria, y no de acuerdo a un currículo determinado por burócratas educativos.

El modelo es tan atractivo que los jóvenes aspirantes se ven obligados a concursar por los espacios. Durante el programa de estudios, los estudiantes presentan dos exámenes, uno a la mitad y otro al final, elaborados por los propios empresarios y las cámaras. Los certificados emitidos en este modelo son altamente respetados en la industria y la gran mayoría de los participantes (ocho de cada diez) se quedan en la empresa como empleados de tiempo completo al finalizar su adiestramiento.

El modelo dual se complementa bien con un sistema educativo nacional que facilita el aprendizaje durante toda la vida, ya que las habilidades adquiridas en este modelo podrían volverse obsoletas más pronto que las propias de una enseñanza universitaria tradicional y es preciso actualizarlas constantemente.

El modelo alemán se basa en un consenso entre todos los actores. Los empresarios afirman que la tasa de retorno de su inversión es alta; advierten que en el futuro “un robot podrá hacer casi todos los procesos de ensamblaje que hoy hacen los obreros, pero ningún robot podrá proponer mejoras en el proceso productivo, ni improvisar creativamente ante una crisis”.

Muchos países han fracasado en su intento de copiar el modelo alemán. En Estados Unidos los empresarios ven la educación dual como una tarea de “responsabilidad social”, no como una inversión para producir mano de obra adecuada a sus necesidades. Por lo tanto no le pagan al “aprendiz”, sino que consideran que ya le hacen un favor al capacitarlo y de facto, lo convierten en un becario sin sueldo. El gobierno americano está transfiriendo recursos para que las empresas “contraten” aprendices con goce de sueldo, sin que esto suponga necesariamente una formación teórica escolar en paralelo. Algunos estudiantes, por su parte, pueden convertir su capacitación en la empresa en créditos para su título universitario, pero no se benefician de un programa educativo diseñado en conjunto por las empresas y las escuelas como ocurre en Alemania.
En Francia existe un pequeño subsistema educativo donde las personas se forman paralelamente en una empresa privada o pública y en un establecimiento de enseñanza, pero no todos reciben salario, y cuando lo reciben, es el Estado el que absorbe el costo, no la empresa. El programa de estudios del aprendiz no necesariamente está conectado con sus prácticas en la empresa y la empresa no avala los estudios del aprendiz, es decir, no recibe un certificado académico al final de su paso por la empresa. El gobierno francés prefiere que las empresas abran y financien directamente sus propios Centros de Formación de Aprendices (CFA).

En Aguascalientes y en México en general, no ha sido tampoco fácil tropicalizar el modelo dual. Depende hasta el momento exclusivamente del presupuesto público y no de la cooperación financiera y técnica del sector privado. Menos de 1,500 estudiantes de CONALEP a nivel nacional, becados con dos mil pesos mensuales, realizan prácticas en empresas manufactureras seleccionadas, ya que la mayoría de nuestras empresas no tiene suficientemente ordenados sus procesos productivos para capacitar aprendices, lo que también dificulta el desarrollo de estándares de competencia laboral. Las empresas terminan recibiendo mano de obra gratuita, con alumnos de carreras como electromecánica, mecatrónica, informática y administración, a los que CONALEP disminuye la carga teórica y les acredita las horas de adiestramiento en la empresa.

Debemos recuperar el sentido original del modelo alemán de educación dual para impulsar una verdadera vinculación entre los sectores educativo y productivo dentro de Aguascalientes. Debemos estar conscientes de la magnitud de los retos descritos, proponernos metas altas como sociedad y alcanzarlas. Vale la pena.

 

Para Centuria Noticias: Jesús Alvarez

j.alvarez@centuria.mx

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here